jueves, 10 de abril de 2008

Placer anónimo


La noche oscura olía a sangre. El coche salió del garaje ocultándose entre las sombras en dirección al aparcamiento del área de descanso de Blut. El calor inundaba el interior del vehículo, se trataba de un calor humano que sólo se podía apagar con el contacto de otro cuerpo.
El área de descanso a esas horas de la noche estaba habitada por coches cubiertos de vaho y hombres que se paseaban alrededor de ellos insinuándose, tocándose con disimulo el bulto que se apreciaba debajo de unos pantalones apretados.
Roth Angst sabía lo que buscaba y lo que no quería encontrar. Buscaba sexo, no amor. Encontraba placer anónimo. Recorrió el aparcamiento. Paró su vehículo al lado de otro. Bajó. Miró fijamente al ocupante del otro coche. Le sonrió. Le devolvieron la sonrisa y con un pequeño gesto le indicaron que subiera. Una vez dentro, sin mediar palabra se unieron en un silencioso beso al que le siguieron bruscas caricias entorno a los genitales de ambos. Las respiraciones aceleradas y la elevada temperatura empañaron los cristales del coche, ayudando así a la privacidad del acto. La sombras del exterior evidenciaban que alguien intentaba ver la escena entre la opacidad de los cristales empañados. Un largo gemido rompió el silencio. Se vistieron rápidamente. Se miraron por última vez. Se despidieron con un beso frío, silencioso, sin sentido. Bajó. Encendió un cigarrillo. Se dirigió hacia su coche. Puso las llaves en el contacto. Encendió las luces y delante de él apareció un joven que él conocía. Oyó un grito que decía “Roth, ¿qué haces por aquí?” No pensó. Apagó las luces. Arrancó el coche. Aceleró. Oyó un fuerte golpe. Y se marchó a oscuras hasta llegar a la carretera comarcal. En casa lo esperaba su mujer y su hijo. La noche era su aliada, la oscuridad su protectora. El silencio su confidente.
Un cuerpo quedó extendido en medio del aparcamiento. La tierra absorbía la sangre, humedeciéndose. El silencio desapareció. El frío de la noche se apoderó de todos.

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