lunes, 2 de febrero de 2009

Para Mónica.


Yo adivino el parpadeo de las luces que a lo lejos,van marcando mi retorno.Son las mismas que alumbraron,con sus pálidos reflejos, hondas horas de dolor.Y aunque no quise el regreso,siempre se vuelve al primer amor. La quieta calle donde el eco dijo:"Tuya es su vida, tuyo es su querer",bajo el burlón mirar de las estrellas que con indiferencia hoy me ven volver.Volver,con la frente marchita, las nieves del tiempo platearon mi sien.Sentir, que es un soplo la vida, que veinte años no es nada, que febril la mirada errante en las sombras te busca y te nombra.Vivir, con el alma aferrada a un dulce recuerdo, que lloro otra vez.Tengo miedo del encuentro con el pasado que vuelve a enfrentarse con mi vida.Tengo miedo de las noches que, pobladas de recuerdos,encadenen mi soñar.Pero el viajero que huye,tarde o temprano detiene su andar.Y aunque el olvido que todo destruye, haya matado mi vieja ilusión, guarda escondida una esperanza humilde,que es toda la fortuna de mi corazón.

Suena la vitrola con voces de Gardel. El humo de un cigarrillo dibuja imágenes en el aire, sombras que me recuerdan las tardecitas de mi Buenos Aires, ciudad porteña de mi único querer. Cierro los ojos y puedo oír la queja de un bandoneón arrabalero, a lado del farolito de la calle en que nací.

Me fui de mi tierra para ahora volver. “Hija de inmigrantes, inmigrante soy”.

Ante mis ojos un papel en blanco con el que jugar. Palabras que van y vienen por mi mente, que intercambian sus posiciones o sus valores con la intención de sugerir, evocar o explicar una historia o un sentimiento. Juego solitario con el que me entretengo acompañada de un cigarro y de un buen mate.

Hoy la tarea que me ocupa es distinta, puesto que con el juego pretendo algo más. Debo despedirme de esta otra patria que me acogió y de los amigos que en ella encontré, y lo debo hacer de la mejor manera que sé. Por eso me enfrento en estos momentos ante este folio inmaculado, que pronto estará lleno de borrones y frases sueltas e inconexas con las que pretendo conseguir un texto que me ayude a decir “hasta luego, amigos”.

Yo pensaba que en el mundo todo era mentira, que nada era amor; que aunque que me quebrara la vida o me mordiera un dolor no esperara una ayuda, ni una mano ni un favor, pero el tango no tenía razón. Aquí no sólo reencontré una parte de mi familia, sino que encontré otra familia con la que compartir mis aficiones, mis alegrías y mis penas. Y ahora como en otro tango tengo que decir “Adiós, muchachos, compañeros de mi vida, barra querida de aquellos tiempos. Me toca a mí hoy emprender la retirada, debo alejarme de mi buena muchachada. Adiós, muchachos. Ya me voy y me resigno...”

Y entre sones de tango que me hacen recordar mi tierra y reflexionar sobre la decisión de regresar que tomé, una mosca aposenta sus sucias patas en el papel inmaculado. Mi mente se traslada de repente a los bajos de un local que olía a pintura, en el que una vez una mosca chocó con una ambulancia, y en el que las hermanas Sacramento mataron al vecino Matías a polvos después de comer el xató de la Sra. Cèlia. Y de repente en mi mente se proyectan imágenes del grupo riendo, escribiendo, discutiendo, creando historias como Oscuro deseo, o Fuera de juego. Ficciones sorprendentes, imaginativas, cómicas, entrañables, creadas por nosotros, por los jugadores de palabras. Unos seres diferentes e inconexos que probablemente jamás se hubieran relacionado y que se unieron gracias al juego de las palabras. Y a partir de aquel momento dejaron de ser individuos diferentes e inconexos para formar parte de un todo, de un ser colectivo en el que cada uno de nosotros conformamos sus órganos, sus vísceras y su corazón. Sé que mi marcha dejará a este ser incompleto; pero se puede vivir sin un brazo, sin un riñón, sin un ojo o sin una pierna. Tendrá que adaptarse a esta nueva vida, pero un brazo, un riñón, un ojo o una pierna solos no viven, necesitan al resto de los órganos para poder vivir. Cierto es que se pueden mantener con vida, congelados para en un futuro volver a ser implantados en un cuerpo, pero en ese estado no sienten. Yo soy como el brazo, el riñón, el ojo o la pierna, sin el resto la vida me será más difícil, y aunque pueda mantener viva esa relación mediante la computadora, éstas carecen también de sentimiento.

Las circunstancias de la vida me llevan a volver de donde vine, pero el regreso es más duro que la partida. Vine llena de ilusiones, de expectativas. Algunas se cumplieron, otras no. Allá me esperan los que dejé, acá dejo una parte de mi, para bien o para mal, impregnada en todos aquellos que me conocieron. Y este dolor que siento ante la despedida me enferma por momentos, pero sé que cuando se curen estos males, mi corazón volverá a despertar. Tengo miedo del encuentro con el pasado que vuelve a enfrentarse con mi mida, tengo miedo de las noches que pobladas de recuerdos encadenan mi soñar, pero el viajero que huye tarde o temprano detiene su andar. Volveré a mi Buenos Aires querido porque sé que bajo su amparo no hay desengaños, vuelan los años, se olvida el dolor y hace que se vayan las penas del corazón. Y allí por las noches contemplaré el cielo que nos une y hablaré con él para que os cuente cosas de mi, y esperaré con ansias que llegue una nueva noche para que me de vuestras respuestas. Volveré, con una maleta más grande que con la que vine, porque en ella ahora llevo un pedacito de cada uno de vosotros.

No hay comentarios: